Sofismes

Can Gelabert, Binissalem (Mallorca) 2009


LA CARA FOSCA

Realizadas hace dos años, estas obras de Miquel Mesquida, hasta ahora inéditas, representan sólo una verti- ente de su universo creativo. En sus propias palabras: “La luz necesita de la oscuridad” y, como la otra cara de la moneda, es en estas obras donde se manifiesta, sin concesiones, la crueldad y vileza humanas. En un gesto introspectivo pero contenido, el artista se rebela contra las diversas formas de sofismo imperante, contra el engaño, la hipocresía.

Estos cuadros no son agradables de mirar y, sin embargo, no podemos dejar de mirarlos. Nos atrapan, tal vez sea por los grandes formatos, o por la atracción que sentimos —aceptada en el mundo del arte desde el romanticismo— hacia la fealdad, la crueldad... pero especialmente porque esta obra es todo lo contrario a lo que reza el título de la muestra: es sincera. Es una obra que surge de la necesidad y de la pasión del artista y, por ello, vibra, destila autenticidad.

El aspecto expresamente bruto, inacabado, de algunas pinturas, en clara comunión con lo que expresa, nos remite inevitablemente a Jean-Michel Basquiat, el gran rebelde de la historia de la pintura. A él nos recuerda también la presencia de grafismos: no decoran ni explican la pintura, sino que forman parte de ella, son un elemento más, como el collage... sin embargo, ni un vocablo es gratuito. Nos remite a la libertad del muro urbano que acepta —¿qué remedio?— dibujos, palabras... graffitis.

Algunas figuras sólo esbozadas y las frases a lápiz incluidas a modo de anotación personal —en ocasiones parece que expresamente ilegibles— hacen pensar en un arte que no sabe si quiere ser mostrado, pillado in fraganti, en el brotar de su creación... Las manos del artista no dan a basto, vierte sus ideas, rápido —no sea cosa de desvanezcan o se vean sobrepasadas por otras nuevas— fugaz —de aquí el esbozo— pero contundente. Se trata, sin duda, de pintura. No permite que lo olvidemos. No quiere hacer ilusión de otra cosa: chorrea la pintura como la sangre en algunos personajes.

Si bien el trazo enérgico y visceral de Mesquida recuerda a Picasso, y en alguna obra reina una atmósfera parecida a la del surrealismo de Magritte, la angustia o la tétrica comicidad de algunos personajes nos recuer- da el expresionismo alemán. Mesquida se nutre de todo este legado pero se labra su propio camino. Con un expresionismo muy particular, crea todo un universo de personajes desventurados. De un lado, los sofistas de majillas rosadas y facciones rudas, de abrigos rojos y corazones pervertidos; de otro, los colgados, los que sólo tienen billete de ida, los que sangran por la nariz, por los ojos... En algún rincón, la cara del artista, pequeña, espía. Su mano deja huellas, aquí y allá.Tampoco falta Dios, el ojo que todo lo ve, en nombre del cual actúan muchos sofistas.

No son fáciles, no, las relaciones. Más de un monstruo se esconde entre nosotros, alguno lleva sotana. Otros sólo intentan sobrevivir, aprovechar alguna de las 108 oportunidades. Otros observan y pintan, a sabiendas que antes de que lo hayan acabado esperará otra cosa a ser pintada. Que chorrée, entonces, la pintura.

Bel Maria Galmés